lunes, 21 de junio de 2010

Macario en el cuento "Macario" de Juan Rulfo

Era un día lluvioso, y una mujer se encontraba corriendo por las calles, suplicaba ayuda, pero nadie la escuchaba. Sigía corriendo, ya no daba más, hasta que divisó a alguien en una esquina, lo llama. Era una anciana, seria, pero de una ternura inexpicable. La anciana ayudó a María, el bebé ya estaba por nacer, asique se metieron en un callejón, para cubrirse de la lluvia y la mujer dio a luz a un hermoso varón. La anciana hizo todo lo que pudo, pero María no sobrevivió. Las últimas palabras que María pudo pronunciar fue que el nombre que debía tener su hijo fuera Macario.
Sin saber que hacer, la anciana tomó al bebé y se lo llevó a su casa. Vivía en una pequeña parcela en el pueblo, y allí junto a su hija y a otra pequeña que había recogido de las calles, cuidó al pequeño Macario como si fuera su propio hijo.
Al morir la anciana, la única persona que quedaba para cuidar a los pequeños, era su hija, Alicia, quien heredaría todas las pertenencias y objetos de valor que la anciana tenía, siempre y cuando prometiera cuidar de Macario y la pequeña Felipa.
Así lo hizo. Felipa y Macario crecieron juntos.
Para Macario y Felipa, Alicia, era su madrina, la única que siempre se había preocupado por ellos y quien siempre se preocuparía por ellos. Pero que nunca le mostraría verdadero cariño.
Entre Felipa y Macario surgió un cariño muy grande. Para Felipa, Macario era como su hijo, a quien debía cuidar y querer; y para él, Felipa lo era todo, la quería más que a su madrina, le gustaba más que su madrina y se cuidaban mutuamente. Él y Felipa ayudaban a su madrina en lo que ella les pidieras.
Un día le pidió a Macario que fuera a deshacerse de unas ranas que no la habían dejado dormir en toda la noche. Mientras esperaba a que las ranas aparecieran, Macario platicaba solo.

"Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos... Las ranas son verdes de todo a todo, menos en la panza. Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero yo me los he comido también, aunque no se coman, y saben igual que las ranas. Felipa es la que dice que es malo comer sapos. Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos..."

L.A

1 comentario:

  1. ¡¡Esto está muy bien!! Pero, otra vez, ten ojo con la ortografía. "Palabras" se escribe con "b", y "así que", separado, y hay otros errores más, posiblemente por distracción, como "se llevó", en vez de "se llevo".

    Este post sí viene con nota, y considerando que solo te falta la imagen ilustrativa (que vale 0,2 puntos), tienes un 6,8.

    Saludos, M. Paz.

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